Feria del libro de Mar del Plata. Puerto de Lectura 2011. Presentación de Conversaciones con Jorge Fukelman. Psicoanálisis: juego e infancia.
Por Leonardo Vera
Quisiera comenzar diciendo dos cosas que en cierto modo me dan valor para hablar aquí ante Uds., porque me acercan al lector común, no especializado, y que aquí supongo más cercano. La primera es que no tuve la suerte de conocer personalmente al Dr. Jorge Fukelman. La segunda, es que es el primer libro de psicoanálisis con niños que leo, no como el profesional interesado en un tema concreto del psicoanálisis llamado lacaniano, sino desde una perspectiva algo desesperada del padre que quiere saber cómo responder mejor ante su hijo, en este caso a mi hijo. Con muy poco tiempo para saber todo lo que supongo haría falta saber. Preocupado por entender ahora un poco más que antes. Alguien que quiere encontrar lo más pronto posible la clave de cómo ser mejor para su hijito, como encaminarlo ¿acaso sería conveniente interpretar sus juegos? Y lo más importante, qué decirle a la madre cuando la cosa se complica... Uno que sabe que no quisiera ser el psicoanalista de su hijo, y que de nada sirve lo que sabe. Justamente por eso estoy aquí, para agradecerle a Miguel Lares y a Paula de Gainza haber editado este libro en un momento tan importante para mi, y también por esto que les cuento, que deseo hacer accesible este libro al lector no psicoanalista, para que se anime a leerlo.
Le agradezco a Miguel el haber venido hasta Mar del Plata y por hacernos posible descubrir este libro, y en él no sólo otro modo de trasmisión del psicoanálisis -de hecho muy original y llevadero- sino también por haber dejado al descubierto en ese al que se interroga, alguien que responde claramente, que no se hace el difícil. Pero porque se lo interroga sin rodeos y sin concesiones, que sabe reconocer las dificultades que aparecen y las explicita... Pero fundamentalmente, y retomando lo anterior, por haber vuelto a despertar en mí la confianza suficiente para enfrentar sin prejuicios el saludable desconcierto que provoca un chico siempre.
También quiero agradecer a Marcelo Izaguirre, por estar presente y porque sé que va a corregirme si al comentar el libro incurro en algún error o exceso de elogio. Pero creo que acordamos en que hay una parte importante de originalidad en este libro. Hay una preocupación por que no sea un libro donde se repite lo que dicen otros. Tiene esa frescura del reportaje, de tres personas que se sumergen en el diálogo (sostenido por referencias al pie de página que explicitan lo que esta sobreentendido para la comunidad “psi”). Tres personas comienzan a conversar, dos interrogan, pero hay uno que no responde lo que se esperaría que responda y no porque este preocupado por sorprender. Ejemplo: hay de movida, en el comienzo del libro un cruce de temas que nunca antes hubiera relacionado con la pregunta que se le plantea… Que es la siguiente: “¿Qué se entiende por síntoma en la infancia?” Se le pregunta y Jorge Fukelman responde: -“Leí en una entrevista a María Bethania donde decía que para ella, los perfumes y la música iban de la mano”[1]. Desde ahí avanza su respuesta, apoyado en el circuito reflejo de las sensaciones explica esta extraña asociación, pero para introducir cómo el corte entre las vías aferentes y eferentes de la sensibilidad, entre el afecto y la memoria, nos plantea la imagen del cuerpo como extraña e independiente de aquellas. Justamente lo que el juego domestica por la lectura que hace un adulto. Bastando tan solo con hacerle posible un juego al niño como juego, con dejarlo jugar con eso. De allí la importancia dada al juego y a la música. Hasta llegar luego a articular con ejemplos simples cómo determinados hechos políticos confluyen en eso que llamamos síntoma en la infancia. Pero todo se anuda de manera contundente en esta frase: el síntoma comienza cuando los adultos decimos: “con eso no se juega”. Así marca la cancha el Dr. Jorge Fukelman.
El libro guarda indicaciones preciosas para la práctica, y referencias eruditas. Hay varias cosas puestas en juego, el juego cobra varios sentidos. Algo de subvertir ciertas reglas tácitas entre los psicoanalistas lacanianos, que consiste creo en decir: “ante este caso, yo hice así”. Eso no aparece en los libros, eso quedaba reservado a los grupos de estudio, al control, al análisis personal del analista. Detalles sobre cómo hacerse a una práctica mediante unas lecciones de humildad poco común en los libros del ambiente. no así en los análisis. Y sacudidas éticas. Por ejemplo, cuando se le pregunta sobre los peligros actuales por las reiteradas acusaciones de mala praxis, muy tranquilamente responde que no le preocupan dado que es él quien cotidianamente se acusa de mala praxis. Pero nunca las recibió, seguramente porque, como señala, ya estaba acostumbrado desde antes.
¿Cómo caracterizar a este libro en su conjunto sin contarlo? ¿Sin revelar algunos secretos que son secretos por ser complejísimas cuestiones teóricas, a Uds.? Cuando además se tratan temas de toda índole: los problemas de la pubertad, de la formación de los analistas, del alcance de la política en la práctica, de la importancia de los mitos, de su articulación con la lógica y la historia, de las entrevistas con los padres como del fin de la cura del valor de los conceptos por fuera de las citas. Libro atravesado por escolios, puntos de reflexión animados con algunas imágenes que ilustran esos puntos delicados, que sirve a la lectura porque ponen a descansar el entendimiento.
En los Pensamientos, Pascal realiza una célebre distinción entre lo que él llama: espíritu de geometría y espíritu de finura (esprit de finesse), que podría llamarse también «espíritu de sutileza». Esta distinción se ha usado hasta para diferenciar dos modos distintos de hacer ciencia. Blas Pascal, vivía en una época en que el pensamiento estaba quedando prisionero de las coordenadas cartesianas y la realidad era medida sólo por las matemáticas, el cálculo y las ideas claras y distintas. Introdujo entonces una distinción que nos viene bien para entender mejor el difícil equilibrio entre los sistemas conceptuales (dos cuestiones que se critican fuertemente en el libro, que el psicoanálisis de Lacan se esta reduciendo a un conjunto de definiciones conceptuales, y saberes disecados. Y un conjunto de instituciones que alimentan la guerra de sentido). Entre los sistemas conceptuales, decía y las personas en las organizaciones; entre los manuales y la libertad, la creatividad de los seres humanos que trabajamos en la realidad. Pascal introdujo esta distinción, entre el espíritu de geometría y el espíritu de sutileza. El geómetra ordena coherentemente lo procesos y las personas. Maneja unos pocos principios claros, limpios y puros como el agua de bidón.
Aplicado esto a nuestro tema sería, que el psicoanálisis por ejemplo sobrevive limitado entre dos frentes ante los cuales se fracasa siempre: la psicosis y la infancia (saber donde termina una y comienza la otra ha sido siempre un problema), entre esos dos campos indiferenciados entre la psiquiatría y la educación se hace un lugar el psicoanálisis. El psicoanálisis de la infancia se las ve con uno de esos límites, cuando no con ambos.
Éste sería un planteo de geómetra. Para el espíritu de finura en cambio, los principios pertenecen al uso común y están al alcance de cualquiera. No hay que violentar el espíritu con este límite; basta tener buena vista, pero hay que tenerla buena de verdad, pues ahí los principios son muchos y están desligados, de modo que es fácil no reparar en alguno, pero como la mera omisión de un principio lleva al error hay que tener la vista bien limpia para ver todos los principios y el espíritu justo para razonar correctamente.
Los espíritus finos que son solo finos, no alcanzan a comprender los principios de la geometría, y los espíritus geométricos que son sólo geométricos se pierden en asuntos sutiles, que apenas se perciben. Es raro que un espíritu fino; sea geómetra, y que un espíritu geométrico sea fino y perciba las sutilezas. Pero el espíritu de finura y el de geometría coinciden por lo menos en ser distintos del espíritu falso, que no es ni fino ni geómetra. El espíritu de finura y el de geometría son espíritus rectos, pero de diferentes órdenes de rectitud.
Deliberadamente sostengo que este libro conviene a la formación permanente de esos espíritus en los que las sutilezas analíticas hacen, y desean seguir haciendo escuela.
(1) Pensando luego en esta particular forma de abordar la cuestión tengo que decir a modo de validación personal, que cuando escucho “Yellow submarine” de los Beatles, vuelvo a sentir ese olorcito inconfundible de los chocolatines Jack, y nunca supe por qué, y ¡nunca me lo había preguntado! Pero sí, es uno de los recuerdos más tempranos que tengo.
Por Leonardo Vera
Quisiera comenzar diciendo dos cosas que en cierto modo me dan valor para hablar aquí ante Uds., porque me acercan al lector común, no especializado, y que aquí supongo más cercano. La primera es que no tuve la suerte de conocer personalmente al Dr. Jorge Fukelman. La segunda, es que es el primer libro de psicoanálisis con niños que leo, no como el profesional interesado en un tema concreto del psicoanálisis llamado lacaniano, sino desde una perspectiva algo desesperada del padre que quiere saber cómo responder mejor ante su hijo, en este caso a mi hijo. Con muy poco tiempo para saber todo lo que supongo haría falta saber. Preocupado por entender ahora un poco más que antes. Alguien que quiere encontrar lo más pronto posible la clave de cómo ser mejor para su hijito, como encaminarlo ¿acaso sería conveniente interpretar sus juegos? Y lo más importante, qué decirle a la madre cuando la cosa se complica... Uno que sabe que no quisiera ser el psicoanalista de su hijo, y que de nada sirve lo que sabe. Justamente por eso estoy aquí, para agradecerle a Miguel Lares y a Paula de Gainza haber editado este libro en un momento tan importante para mi, y también por esto que les cuento, que deseo hacer accesible este libro al lector no psicoanalista, para que se anime a leerlo.
Le agradezco a Miguel el haber venido hasta Mar del Plata y por hacernos posible descubrir este libro, y en él no sólo otro modo de trasmisión del psicoanálisis -de hecho muy original y llevadero- sino también por haber dejado al descubierto en ese al que se interroga, alguien que responde claramente, que no se hace el difícil. Pero porque se lo interroga sin rodeos y sin concesiones, que sabe reconocer las dificultades que aparecen y las explicita... Pero fundamentalmente, y retomando lo anterior, por haber vuelto a despertar en mí la confianza suficiente para enfrentar sin prejuicios el saludable desconcierto que provoca un chico siempre.
También quiero agradecer a Marcelo Izaguirre, por estar presente y porque sé que va a corregirme si al comentar el libro incurro en algún error o exceso de elogio. Pero creo que acordamos en que hay una parte importante de originalidad en este libro. Hay una preocupación por que no sea un libro donde se repite lo que dicen otros. Tiene esa frescura del reportaje, de tres personas que se sumergen en el diálogo (sostenido por referencias al pie de página que explicitan lo que esta sobreentendido para la comunidad “psi”). Tres personas comienzan a conversar, dos interrogan, pero hay uno que no responde lo que se esperaría que responda y no porque este preocupado por sorprender. Ejemplo: hay de movida, en el comienzo del libro un cruce de temas que nunca antes hubiera relacionado con la pregunta que se le plantea… Que es la siguiente: “¿Qué se entiende por síntoma en la infancia?” Se le pregunta y Jorge Fukelman responde: -“Leí en una entrevista a María Bethania donde decía que para ella, los perfumes y la música iban de la mano”[1]. Desde ahí avanza su respuesta, apoyado en el circuito reflejo de las sensaciones explica esta extraña asociación, pero para introducir cómo el corte entre las vías aferentes y eferentes de la sensibilidad, entre el afecto y la memoria, nos plantea la imagen del cuerpo como extraña e independiente de aquellas. Justamente lo que el juego domestica por la lectura que hace un adulto. Bastando tan solo con hacerle posible un juego al niño como juego, con dejarlo jugar con eso. De allí la importancia dada al juego y a la música. Hasta llegar luego a articular con ejemplos simples cómo determinados hechos políticos confluyen en eso que llamamos síntoma en la infancia. Pero todo se anuda de manera contundente en esta frase: el síntoma comienza cuando los adultos decimos: “con eso no se juega”. Así marca la cancha el Dr. Jorge Fukelman.
El libro guarda indicaciones preciosas para la práctica, y referencias eruditas. Hay varias cosas puestas en juego, el juego cobra varios sentidos. Algo de subvertir ciertas reglas tácitas entre los psicoanalistas lacanianos, que consiste creo en decir: “ante este caso, yo hice así”. Eso no aparece en los libros, eso quedaba reservado a los grupos de estudio, al control, al análisis personal del analista. Detalles sobre cómo hacerse a una práctica mediante unas lecciones de humildad poco común en los libros del ambiente. no así en los análisis. Y sacudidas éticas. Por ejemplo, cuando se le pregunta sobre los peligros actuales por las reiteradas acusaciones de mala praxis, muy tranquilamente responde que no le preocupan dado que es él quien cotidianamente se acusa de mala praxis. Pero nunca las recibió, seguramente porque, como señala, ya estaba acostumbrado desde antes.
¿Cómo caracterizar a este libro en su conjunto sin contarlo? ¿Sin revelar algunos secretos que son secretos por ser complejísimas cuestiones teóricas, a Uds.? Cuando además se tratan temas de toda índole: los problemas de la pubertad, de la formación de los analistas, del alcance de la política en la práctica, de la importancia de los mitos, de su articulación con la lógica y la historia, de las entrevistas con los padres como del fin de la cura del valor de los conceptos por fuera de las citas. Libro atravesado por escolios, puntos de reflexión animados con algunas imágenes que ilustran esos puntos delicados, que sirve a la lectura porque ponen a descansar el entendimiento.
En los Pensamientos, Pascal realiza una célebre distinción entre lo que él llama: espíritu de geometría y espíritu de finura (esprit de finesse), que podría llamarse también «espíritu de sutileza». Esta distinción se ha usado hasta para diferenciar dos modos distintos de hacer ciencia. Blas Pascal, vivía en una época en que el pensamiento estaba quedando prisionero de las coordenadas cartesianas y la realidad era medida sólo por las matemáticas, el cálculo y las ideas claras y distintas. Introdujo entonces una distinción que nos viene bien para entender mejor el difícil equilibrio entre los sistemas conceptuales (dos cuestiones que se critican fuertemente en el libro, que el psicoanálisis de Lacan se esta reduciendo a un conjunto de definiciones conceptuales, y saberes disecados. Y un conjunto de instituciones que alimentan la guerra de sentido). Entre los sistemas conceptuales, decía y las personas en las organizaciones; entre los manuales y la libertad, la creatividad de los seres humanos que trabajamos en la realidad. Pascal introdujo esta distinción, entre el espíritu de geometría y el espíritu de sutileza. El geómetra ordena coherentemente lo procesos y las personas. Maneja unos pocos principios claros, limpios y puros como el agua de bidón.
Aplicado esto a nuestro tema sería, que el psicoanálisis por ejemplo sobrevive limitado entre dos frentes ante los cuales se fracasa siempre: la psicosis y la infancia (saber donde termina una y comienza la otra ha sido siempre un problema), entre esos dos campos indiferenciados entre la psiquiatría y la educación se hace un lugar el psicoanálisis. El psicoanálisis de la infancia se las ve con uno de esos límites, cuando no con ambos.
Éste sería un planteo de geómetra. Para el espíritu de finura en cambio, los principios pertenecen al uso común y están al alcance de cualquiera. No hay que violentar el espíritu con este límite; basta tener buena vista, pero hay que tenerla buena de verdad, pues ahí los principios son muchos y están desligados, de modo que es fácil no reparar en alguno, pero como la mera omisión de un principio lleva al error hay que tener la vista bien limpia para ver todos los principios y el espíritu justo para razonar correctamente.
Los espíritus finos que son solo finos, no alcanzan a comprender los principios de la geometría, y los espíritus geométricos que son sólo geométricos se pierden en asuntos sutiles, que apenas se perciben. Es raro que un espíritu fino; sea geómetra, y que un espíritu geométrico sea fino y perciba las sutilezas. Pero el espíritu de finura y el de geometría coinciden por lo menos en ser distintos del espíritu falso, que no es ni fino ni geómetra. El espíritu de finura y el de geometría son espíritus rectos, pero de diferentes órdenes de rectitud.
Deliberadamente sostengo que este libro conviene a la formación permanente de esos espíritus en los que las sutilezas analíticas hacen, y desean seguir haciendo escuela.
(1) Pensando luego en esta particular forma de abordar la cuestión tengo que decir a modo de validación personal, que cuando escucho “Yellow submarine” de los Beatles, vuelvo a sentir ese olorcito inconfundible de los chocolatines Jack, y nunca supe por qué, y ¡nunca me lo había preguntado! Pero sí, es uno de los recuerdos más tempranos que tengo.
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