martes, 22 de noviembre de 2011

El juego precede al niño



Conversaciones con Jorge Fukelman. Psicoanálisis: juego e infancia. Presentación Feria del Libro de Mar del Plata

Por Miguel Lares


Ante todo un agradecimiento al querido Leonardo Vera, cuyos buenos oficios permiten que hoy estemos aquí, y con quien nos une una amistad cuyas raíces perduran firmes desde tiempos que hoy parecen remotos, ligadas a un lugar que ha quedado instituido para ambos como barrio de la infancia.

Dos especiales y cálidas menciones: una dedicada a Marcelo Izaguirre y a su amistosa disposición para venir desde Buenos Aires a participar de esta presentación así como a la amiga y colega Marina di Carlo quien generosamente nos ha acompañado en este viaje de una sola jornada.

Compromisos contraídos previamente le han impedido a la Dra. Paula de Gainza, coautora de “Conversaciones”, estar hoy con nosotros.

Este libro fue presentado el 17 de setiembre de este año en Buenos Aires en la Sala Juan L. Ortiz de la Biblioteca Nacional. Desde ese momento hasta aquí hemos podido recoger algunos testimonios de quienes han incursionado en su lectura.

Han sido diversos los comentarios.
Algunos de ellos, esperables, de psicoanalistas que se dedican a la atención de niños y púberes y que también se ocupan de la formación de profesionales dedicados a esa área. Y también de otras personas, que no se dedican al psicoanálisis, que se han dejado llevar por la lectura de “Conversaciones”, sin que la especificidad de la materia que hay en juego los haya detenido. Y entendemos que eso ha sido así porque este libro está constituido en capas de diversa complejidad, que convocan distintos intereses o propósitos, pero que en todos los casos invita a proseguir.

El núcleo duro de esta obra lo constituye una seria reflexión sobre clínica y teoría psicoanalítica en el campo de la infancia y la pubertad, siendo su declaración más contundente la referida al papel estructurante, constitutivo, del juego en una escena posible de la infancia.

Cito un fragmento del libro en el que el Dr. Fukelman alude a esta cuestión:
“Lo que pasa es que yo pienso que el juego precede al niño. Con la diferencia del caso, del mismo modo en que puede decirse: el lenguaje, la lengua precede al sujeto. Es un niño porque hay una dimensión de juego que lo sostiene como tal; aunque pudiera ocurrir que yo no entienda esa dimensión del juego”.

Por otra parte comentábamos, durante la presentación en la Biblioteca Nacional, que nos complacía pensar que este libro tiene que ver con la música y que la invitación al registro de la voz del Dr. Fukelman había sido planteada usando el paradigma de un acontecimiento musical.

Y es sobre la música la primera referencia con la que comienza este libro. Sobre música y perfume, como algo que reviste un carácter sorpresivo, como si se tratara de la irrupción de una cierta presencia.

No es sencilla esa disposición para dejarse tomar por las sorpresas. Cuando alguien se dispone a hablar en un análisis, concede esa posibilidad: quedar librado a la sorpresa.

El proceso de esta obra tuvo desde el comienzo ese carácter: lo inesperado se desplegó.

Pero claro, esa disposición, tan cara al maestro Fukelman, implicaba “desamarrarse” y “desarrumarse”, dos palabras de connotaciones portuarias, muy evocativas de la ciudad en la que estamos.

“Desamarrarse” de prejuicios, modelos y modalidades académicas.

“Desarrumarse” de ciertas demandas de saber que no suelen ser más que demandas amorosas, en esa vertiente “amortajante” del amor más propia de los ensueños diurnos.

“Las uvas viejas de un amor en el placard, son esas cosas que te están amortajando” canta la interpretación de Pescado Rabioso desde la poesía de Spinetta.

Este libro no reúne clases magistrales, más bien conlleva la traza de algo que se encuentra en construcción, y que deja planteadas más preguntas que respuestas.

Luego de realizada la presentación que hiciéramos en la Biblioteca Nacional, advertimos otra cuestión que nos pareció interesante.

Marina di Carlo, a cargo de una de las disertaciones, subrayó el entusiasmo provocado por una modalidad de transmisión, esta que era característica de Fukelman y que ustedes advertirán si se disponen a la lectura de “Conversaciones”.

Destacábamos en ese mismo evento, cierta incomodidad que podía suponer confrontarse de continuo con ese estilo que prefería una evitación cuidadosa del saber académico.

Entusiasmo e incomodidad no se excluyen. De hecho, todos sabemos que suelen conjugarse en el fenómeno amoroso, en su vía deseante, al punto que uno podría preguntarse: sin entusiasmo y sin incomodidad ¿Hay amor?

Incomodidad y entusiasmo pueden revelar además una cruda confrontación con la singularidad, que es como decir: con las dificultades y las posibilidades propias.

Y así fue como con entusiasmo fuimos atravesando esta experiencia de las conversaciones, una experiencia que se transitó sin promesas respecto de los resultados.

Y no con poca incomodidad fuimos intentando transformar en escrito esa musicalidad a la que nos referíamos. Esos ritmos y silencios, cadencias y medidas, propios de un peculiar estilo de transmisión, el de nuestro estimado interlocutor, el Dr. Jorge Fukelman.

Desplazamiento de lecturas


Por Marcelo Izaguirre
 

Somos lo que hemos leído, decía Borges. De allí el título, en el sentido que uno no hace más que ir de lectura en lectura. Aunque muchas veces sabemos cosas que no hemos leído, sino que hemos oído en una conversación. Y estas conversaciones que hoy nos convocan, además de hacer referencia a la práctica clínica, también hablan de las lecturas de Jorge Fukelman (y, vale decirlo, de las de Paula de Gainza y Miguel Lares) que sirven para evocar el campo de nuestra ignorancia. Años atrás escuché a Ricardo Piglia hablando de Manuel Puig. Comentaba que para escribir, Puig, tomó por ejemplo el Ulyses de Joyce, miró el libro y dijo, así está armado este libro. Siguiendo ese modelo se le ocurrió escribir Boquitas pintadas. Sobre el final de este libro, el entrevistado, alude a Georges Perec, y los entrevistadores informan en nota a pie de página (descuento que los pies de página son de ellos) que fue uno de los escritores más importantes de la literatura francesa del siglo XX (de la corriente llamada noveau roman). Y expresa Fukelman que él solía comentar un libro de Perec, donde dice “este libro está armado de este modo”. O sea, a mi me sirvió la lectura de estas conversaciones para enterarme, una vez más, de la afirmación de Macedonio Fernández, de que lo que tenía para decir era absolutamente original, que nadie lo había encontrado antes que él en otro lugar. Lo que Piglia decía de Puig, parece que Perec lo había dicho también, no sé referido a qué.

Luego he leído algo que quizás no sea una novedad absoluta: Fukelman señala que Lacan pensaba algo diferente respecto a la transmisión del psicoanálisis de lo que pensaba Freud. Pero respecto a la transmisión misma agrega algo interesante: que pensaba una cosa al comienzo y otra al final. Lo cual da lugar al pasaje de un cierto optimismo a un marcado pesimismo, pasaje que se produce en torno a la transmisión y también en relación con la clínica.

Señala, además, que para la transmisión se requiere de alguien dedicado al psicoanálisis. Y esto en términos de psicoanálisis me parece fundamental. Hace varios años critiqué la posición de un psicoanalista argentino, que decía que la transmisión se hacía por los textos. Él lo hacía para restar valor a la figura de Oscar Masotta como responsable de la enseñanza de Lacan en la Argentina. Me parece que esta afirmación de Fukelman, no deja lugar a dudas. No hay posibilidad de pensar el psicoanálisis, su transmisión, sin la figura del que transmite. Y en relación con ese tema creo que los autores coincidirían plenamente ya que reconocen en Fukelman a ese “alguien dedicado al psicoanálisis” para su transmisión. Como diría Jacques Ranciere en El maestro ignorante: “siempre nos instruimos escuchando a un hombre hablar”. Esa práctica de la sofistiquería, aludida por Masotta, fue llevada adelante por Fukelman y estos “alumnos”, al margen de las instituciones, son una prueba de ello, quizás bajo la idea que plantea Ranciére: “Un profesor no es más ni menos inteligente que otro hombre y presenta generalmente una gran cantidad de hechos para la observación del buscador. Y nunca ningún partido ni ningún gobierno, ningún ejército, ninguna escuela ni ninguna institución emancipará a persona alguna”.

El tema del optimismo/pesimismo del que había hablado respecto a la transmisión, reaparece cuando habla del goce sexual. Allí reitera que Freud era más optimista que Lacan en esa perspectiva. Que, así como al escribir el Malestar en la cultura Freud era pesimista, con relación a la satisfacción sexual era más optimista. Recordemos que cuando escribe el malestar en la cultura, Freud está discutiendo la posibilidad de acceder a una sociedad más justa, en la cual hubieran desaparecido los odios a partir de la equiparación o, cierta superación de la injusticia social. La conclusión pesimista de Freud era que no había lugar para la felicidad en la vida social, ya que esta era sólo un instante. En tanto que tenía cierta idea de que la gente podía llegar a mantener una vida sexual más o menos armoniosa con su pareja. Es famoso que se lo acusaba a Freud como casamentero: el caso más curioso sucedió con un discípulo suyo, Sandor Ferenczi. De todas maneras, no sé si Lacan era tan pesimista respecto a la satisfacción sexual, quiero decir, si tomamos la última producción en relación con el goce parece que allí se le podría atribuir la idea que en términos de satisfacción pulsional el sujeto siempre es feliz.

El capítulo cuatro lo denominan la falta puesta en juego (también descuento que los títulos de los diferentes apartados fueron una elección de los entrevistadores). Y esa falta está puesta en acto de entrada, allí mismo, cuando Fukelman dice que estuvo un poco exagerado, taxativo es la palabra que usa, al afirmar poco antes que los padres son un efecto del tratamiento. En ese sentido podría decirse que Fukelman aparece allí más como freudiano que como lacaniano, en el sentido que cuando leemos a Freud encontramos que durante toda su obra está corrigiendo posiciones anteriores y nos informa de ello, pero Lacan cuando ha cambiado de vía no nos dice nada.

Luego dirá que otra cosa a la que se había hecho referencia son las cuestiones sobre las que nada se sabía, hasta que “el psicoanálisis vino a meter las narices”. Lo que recuerda aquella afirmación de Borges de que los niños estaban todos bien, hasta la llegada de Freud y que, a partir de entonces, todos tenían problemas.

Es en relación con los niños que, en uno de los escolios, afirma tomar partido por la tesis de P. Aries respecto a la vida de los niños en la antigüedad y a partir de la revolución francesa. En verdad, creo que habría que matizar la verdad de Aries y que eso siempre depende, como hemos visto, de la lectura. Sin duda que un niño no es lo mismo a partir de la irrupción de la escuela primaria y su alojamiento allí, pero decir como hace Aries que el niño no tenía presencia en la antigüedad es algo que un psicoanalista inglés, Lloyd de Mause, ha discutido en otra historia referida a la infancia.

En el mismo escolio ha planteado algo con lo cual resulta más fácil acordar: no se deben plantear las cosas en términos de ser, ya que ello implicaría ubicar un lugar de saber acerca del sexo. Y, sabemos, el riesgo que se corre de deslizarse rápidamente del psicoanálisis a una erotología, donde se cree que se le puede enseñar a la gente como arreglárselas con su sexualidad. Recuerdo que Masotta decía que el psicoanálisis no era una erótica, que no se trata de explicar nada sobre el sexo, sino que al psicoanálisis le interesa la posición del sujeto frente al sexo (“Como lacanianos, no buscamos un saber sobre la sexualidad, sino la relación del saber con la sexualidad”). El analista no será el que sabe algo y el paciente no sabe nada sobre la sexualidad. La que siempre será más o menos incómoda, pero en la que cada cual se las arreglará como pueda. Fukelman lo dice de una manera contundente: “prueben decirle a un adolescente o a un chico cómo tiene que ser con la sexualidad y no tengan dudas que lograran potenciar e incrementar aquello por lo que fueron consultados”.

Ante una pregunta de Paula de Gainza, uno de los entrevistadores, sobre la precocidad y agravamiento de algunos síntomas, a pesar de que dice que no atiende el grupo de gente al cual se refiere la pregunta, Fukelman afirma algo que comprende a todos los sectores sociales cuando nos referimos a los padres de los adolescentes: los padres no saben qué hacer con ellos. Y ha respondido a los que consultan, ante ese no saber qué hacer, que lo que hay que hacer siempre depende de lo que le interese. Si le interesa haga algo, sino aplique el laissez faire, el famoso dejar hacer.

Finalmente hay un punto en el cual Fukelman habla de algo en lo cual tenía mucha experiencia, ya que alude a su trabajo en otros tiempos con chicos psicóticos en el Lugar, una institución que había armado con un grupo de amigos lacanianos en los comienzos. Al referirse a los chicos con problemas, dirá que a veces fallan los resortes simbólicos cuando el chico grita, por eso cuando un padre o madre dice que el chico le grita, Fukelman siempre interroga a quién le grita, ya que una cosa es que le grite a lo simbólico y muy distinto cuando le grita a lo real. Ya que en general, lo real no responde. Esta afirmación me hizo tener presente una experiencia personal: en el pasillo de un edificio, hay un chico con características particulares y siempre se escucha, al pasar uno o él por los pasillos, que el chico grita pero a pesar de los esfuerzos del padre, nunca hay nadie que responda.

Con eso no se juega


Feria del libro de Mar del Plata. Puerto de Lectura 2011. Presentación de Conversaciones con Jorge Fukelman. Psicoanálisis: juego e infancia.

Por Leonardo Vera


Quisiera comenzar diciendo dos cosas que en cierto modo me dan valor para hablar aquí ante Uds., porque me acercan al lector común, no especializado, y que aquí supongo más cercano. La primera es que no tuve la suerte de conocer personalmente al Dr. Jorge Fukelman. La segunda, es que es el primer libro de psicoanálisis con niños que leo, no como el profesional interesado en un tema concreto del psicoanálisis llamado lacaniano, sino desde una perspectiva algo desesperada del padre que quiere saber cómo responder mejor ante su hijo, en este caso a mi hijo. Con muy poco tiempo para saber todo lo que supongo haría falta saber. Preocupado por entender ahora un poco más que antes. Alguien que quiere encontrar lo más pronto posible la clave de cómo ser mejor para su hijito, como encaminarlo ¿acaso sería conveniente interpretar sus juegos? Y lo más importante, qué decirle a la madre cuando la cosa se complica... Uno que sabe que no quisiera ser el psicoanalista de su hijo, y que de nada sirve lo que sabe. Justamente por eso estoy aquí, para agradecerle a Miguel Lares y a Paula de Gainza haber editado este libro en un momento tan importante para mi, y también por esto que les cuento, que deseo hacer accesible este libro al lector no psicoanalista, para que se anime a leerlo.

Le agradezco a Miguel el haber venido hasta Mar del Plata y por hacernos posible descubrir este libro, y en él no sólo otro modo de trasmisión del psicoanálisis -de hecho muy original y llevadero- sino también por haber dejado al descubierto en ese al que se interroga, alguien que responde claramente, que no se hace el difícil. Pero porque se lo interroga sin rodeos y sin concesiones, que sabe reconocer las dificultades que aparecen y las explicita... Pero fundamentalmente, y retomando lo anterior, por haber vuelto a despertar en mí la confianza suficiente para enfrentar sin prejuicios el saludable desconcierto que provoca un chico siempre.

También quiero agradecer a Marcelo Izaguirre, por estar presente y porque sé que va a corregirme si al comentar el libro incurro en algún error o exceso de elogio. Pero creo que acordamos en que hay una parte importante de originalidad en este libro. Hay una preocupación por que no sea un libro donde se repite lo que dicen otros. Tiene esa frescura del reportaje, de tres personas que se sumergen en el diálogo (sostenido por referencias al pie de página que explicitan lo que esta sobreentendido para la comunidad “psi”). Tres personas comienzan a conversar, dos interrogan, pero hay uno que no responde lo que se esperaría que responda y no porque este preocupado por sorprender. Ejemplo: hay de movida, en el comienzo del libro un cruce de temas que nunca antes hubiera relacionado con la pregunta que se le plantea… Que es la siguiente: “¿Qué se entiende por síntoma en la infancia?” Se le pregunta y Jorge Fukelman responde: -“Leí en una entrevista a María Bethania donde decía que para ella, los perfumes y la música iban de la mano”[1]. Desde ahí avanza su respuesta, apoyado en el circuito reflejo de las sensaciones explica esta extraña asociación, pero para introducir cómo el corte entre las vías aferentes y eferentes de la sensibilidad, entre el afecto y la memoria, nos plantea la imagen del cuerpo como extraña e independiente de aquellas. Justamente lo que el juego domestica por la lectura que hace un adulto. Bastando tan solo con hacerle posible un juego al niño como juego, con dejarlo jugar con eso. De allí la importancia dada al juego y a la música. Hasta llegar luego a articular con ejemplos simples cómo determinados hechos políticos confluyen en eso que llamamos síntoma en la infancia. Pero todo se anuda de manera contundente en esta frase: el síntoma comienza cuando los adultos decimos: “con eso no se juega”. Así marca la cancha el Dr. Jorge Fukelman.

El libro guarda indicaciones preciosas para la práctica, y referencias eruditas. Hay varias cosas puestas en juego, el juego cobra varios sentidos. Algo de subvertir ciertas reglas tácitas entre los psicoanalistas lacanianos, que consiste creo en decir: “ante este caso, yo hice así”. Eso no aparece en los libros, eso quedaba reservado a los grupos de estudio, al control, al análisis personal del analista. Detalles sobre cómo hacerse a una práctica mediante unas lecciones de humildad poco común en los libros del ambiente. no así en los análisis. Y sacudidas éticas. Por ejemplo, cuando se le pregunta sobre los peligros actuales por las reiteradas acusaciones de mala praxis, muy tranquilamente responde que no le preocupan dado que es él quien cotidianamente se acusa de mala praxis. Pero nunca las recibió, seguramente porque, como señala, ya estaba acostumbrado desde antes.

¿Cómo caracterizar a este libro en su conjunto sin contarlo? ¿Sin revelar algunos secretos que son secretos por ser complejísimas cuestiones teóricas, a Uds.? Cuando además se tratan temas de toda índole: los problemas de la pubertad, de la formación de los analistas, del alcance de la política en la práctica, de la importancia de los mitos, de su articulación con la lógica y la historia, de las entrevistas con los padres como del fin de la cura del valor de los conceptos por fuera de las citas. Libro atravesado por escolios, puntos de reflexión animados con algunas imágenes que ilustran esos puntos delicados, que sirve a la lectura porque ponen a descansar el entendimiento.

En los Pensamientos, Pascal realiza una célebre distinción entre lo que él llama: espíritu de geometría y espíritu de finura (esprit de finesse), que podría llamarse también «espíritu de sutileza». Esta distinción se ha usado hasta para diferenciar dos modos distintos de hacer ciencia. Blas Pascal, vivía en una época en que el pensamiento estaba quedando prisionero de las coordenadas cartesianas y la realidad era medida sólo por las matemáticas, el cálculo y las ideas claras y distintas. Introdujo entonces una distinción que nos viene bien para entender mejor el difícil equilibrio entre los sistemas conceptuales (dos cuestiones que se critican fuertemente en el libro, que el psicoanálisis de Lacan se esta reduciendo a un conjunto de definiciones conceptuales, y saberes disecados. Y un conjunto de instituciones que alimentan la guerra de sentido). Entre los sistemas conceptuales, decía y las personas en las organizaciones; entre los manuales y la libertad, la creatividad de los seres humanos que trabajamos en la realidad. Pascal introdujo esta distinción, entre el espíritu de geometría y el espíritu de sutileza. El geómetra ordena coherentemente lo procesos y las personas. Maneja unos pocos principios claros, limpios y puros como el agua de bidón.

Aplicado esto a nuestro tema sería, que el psicoanálisis por ejemplo sobrevive limitado entre dos frentes ante los cuales se fracasa siempre: la psicosis y la infancia (saber donde termina una y comienza la otra ha sido siempre un problema), entre esos dos campos indiferenciados entre la psiquiatría y la educación se hace un lugar el psicoanálisis. El psicoanálisis de la infancia se las ve con uno de esos límites, cuando no con ambos.

Éste sería un planteo de geómetra. Para el espíritu de finura en cambio, los principios pertenecen al uso común y están al alcance de cualquiera. No hay que violentar el espíritu con este límite; basta tener buena vista, pero hay que tenerla buena de verdad, pues ahí los principios son muchos y están desligados, de modo que es fácil no reparar en alguno, pero como la mera omisión de un principio lleva al error hay que tener la vista bien limpia para ver todos los principios y el espíritu justo para razonar correctamente.

Los espíritus finos que son solo finos, no alcanzan a comprender los principios de la geometría, y los espíritus geométricos que son sólo geométricos se pierden en asuntos sutiles, que apenas se perciben. Es raro que un espíritu fino; sea geómetra, y que un espíritu geométrico sea fino y perciba las sutilezas. Pero el espíritu de finura y el de geometría coinciden por lo menos en ser distintos del espíritu falso, que no es ni fino ni geómetra. El espíritu de finura y el de geometría son espíritus rectos, pero de diferentes órdenes de rectitud.

Deliberadamente sostengo que este libro conviene a la formación permanente de esos espíritus en los que las sutilezas analíticas hacen, y desean seguir haciendo escuela.


(1) Pensando luego en esta particular forma de abordar la cuestión tengo que decir a modo de validación personal, que cuando escucho “Yellow submarine” de los Beatles, vuelvo a sentir ese olorcito inconfundible de los chocolatines Jack, y nunca supe por qué, y ¡nunca me lo había preguntado! Pero sí, es uno de los recuerdos más tempranos que tengo.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Jugar con Jorge Fukelman

Por Liliana Donzis

El libro publicado por Paula de Gainza y Miguel Lares es una convocatoria para entablar un nuevo diálogo con Jorge, con sus letras que abrigan una enorme sabiduría del idioma de la infancia.

Quienes tuvimos la fortuna de conocerlo encontramos en este libro sus palabras y sus enseñanzas, esas que no se olvidan fácilmente porque habitan la clínica psicoanalítica y porque han dejado huellas inalterables en cada uno de nosotros. Sus metáforas son parte de su transmisión. Agradezco a los autores la ocasión y la invitación a jugar con la letra de Jorge Fukelman.

martes, 15 de noviembre de 2011

Dale que yo era

Conversaciones con Jorge Fukelman – Psicoanálisis: juego e infancia. Paula M. de Gainza y Miguel Jorge Lares.
Por Eva Gerace

Conversación, del latín conversatĭo–ōnis, indica la acción y efecto de hablar entre personas, donde hay comunicación, hay diálogo, hay preguntas, hay trasmisión oral. Comunicación mediante la palabra entre varias personas que, alternativamente exponen sus ideas y matices. Así los diferentes diccionarios me ayudaron con la primera palabra del título del libro Conversaciones con Jorge Fukelman – Psicoanálisis: juego e infancia. Y de eso se trata, de una conversación, varios encuentros, diferentes preguntas, entre Jorge Fukelman y Paula M. de Gainza y Miguel Jorge Lares.

Los autores nos recuerdan que Jorge Fukelman se dedicó más a la trasmisión oral que a la escrita, naciendo así en ellos “la intención de hacer un libro que incluyera una serie de entrevistas con él ”más una buena parte de sus disertaciones públicas”, entre 1991 y 2007, las cuales pasan a ser fragmentos de los llamados escolios, apostillas al final de cada capítulo, y de algunos de los comentarios que nutrieron esas conversaciones que me hacen recordar a Virgilio guiando a Dante cuando este decide entrar en el Infierno y lo hacen conversando. Conversaciones profundas, serias, que descubren experiencias, sorprenden y, así, inician un viaje al centro de la tierra, como si de un rito iniciático se tratase.

Supimos así que el dolor, la tristeza, la oscuridad brumosa de ciertas experiencias de la infancia, pueden encontrar alguna salida. Empresa ardua, que los autores nos facilitan leer. El pensamiento y la reflexión sobre una práctica singular que Jorge Fukelman trató “de aclarar esto con un ejemplo”. Simplicidad y sorpresa en el trabajo clínico, complejidad en la teorización, siempre con rigor y reflexión y una invitación: el viaje debe continuar…

Conversaciones que resuenan amigables a nuestros oídos, conversaciones que muestran un empeño, una cadencia para aprender a “sentarse junto a…” y escuchar Lo que la noche le cuenta al día.


Hace ya unos meses llegó a mi correo un email: dos personas querían confirmar algunas informaciones, luego sabría porqué: Jorge había hecho circular la historia de su encuentro con la Costa Caribe de Colombia. Así supe de este libro y, coincidencias de viajes me llevaron, primero a Cartagena, y luego a participar en la presentación, en la Sala Juan L. Ortiz de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, del libro Conversaciones con Jorge Fukelman. Psicoanálisis, juego e infancia, de Paula de Gainza y Miguel J. Lares.

Por ello quise escribir algunas palabras que, a su vez, también recordasen el paso de Jorge Fukelman por Cartagena de Indias en 1996, convocado por el Círculo Psicoanalítico del Caribe, cuando nos reunimos a trabajar en un seminario que él llamó: Ponerse en Juego - Niñez y Adolescencia.

Dos frases recordadas al azar:

“Si ustedes ahora me preguntaran -bueno, muy bien, pero ¿qué es la castración? Yo tendría que hacer uso de un saber para decir qué es la castración, cuando justamente lo que estoy tratando de plantear es que el saber allí se encuentra en falla.

Si ustedes me dijeran -¿qué es la castración? ¡Decime! Porque si con la castración aseguro esa relación ¡Fenómeno! Pero justamente eso es lo que nos falta. Si partimos de allí, puede ser que podamos tener una actitud en relación a los niños, púberes, adolescentes que no sea patógena, que no sea iatrogénica. Pero partir de ahí, es partir de los problemas nuestros, no de los problemas de los chicos”.

“El problema no es meter la pata, el asunto es poder sacarla después. Si podemos volver sobre las metidas de pata que cometemos cuando educamos a nuestros hijos, cuando analizamos o cuando damos una conferencia, si podemos volver sobre eso ¡Ya está! ¿Qué más? Volveremos una vez y otra vez. Porque no nos vamos a dejar de equivocar hasta el día en que estemos muertos”.

Dos frases que recuerdan el ‘estilo fukelmaniano’, como han tenido el acierto de nombrar, Paula y Miguel, a esta forma singular de trasmitir.

Haber tenido la posibilidad de ser atravesados por esta forma de trasmisión, sea en las “clases”, sea en el análisis de control, es un privilegio que la vida nos ofrece, más allá de haber podido compartir sus primeros pasos… al ritmo de la música caribeña.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

El niño como imagen icónica

Escolio del Cap. IV de Conversaciones con Jorge Fukelman. Psicoanálisis: Juego e Infancia
 

Hay ciertos niños que son el ícono de una glosa de letras inconscientes de los padres, la imagen icónica de estas letras, una suerte de Verónicas vivas (*). El cuerpo del niño es un comentador de las letras parentales reprimidas. La encarnación de la letra evoca una letra que pudiera representarse a sí misma, una letra completa.

(*) Según la tradición católica, durante la Pasión de Cristo, una mujer se quitó su velo para secar con él la cara del Mesías. La imagen de la cara de Jesucristo quedó impresa en el pañuelo de lino y éste milagrosamente se conservó a través de los siglos, convirtiéndose en un objeto de culto. La mujer más tarde sería llamada Verónica cuya etimología mixtificada se hace derivar de la combinación entre el latín verum (verdadero) y el griego Eikôn (icono, imagen), "la verdadera imagen"; aunque más probablemente procede del griego Βερενίκη (Berenice), forma dialectal macedonia de Φερενίκη (Ferenice), "portadora de la victoria". Este episodio, pese a representar una de las estaciones del Via Crucis, no se encuentra en los Evangelios canónicos. La cita más antigua de este episodio data del siglo V, en el Evangelio apócrifo de Nicodemo.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Presentación en Mar del Plata


El próximo 20 de noviembre a las 16 horas se presentará en la Feria del Libro de Mar del Plata "Conversaciones con Jorge Fukelman, Psicoanálisis: Juego e Infancia".

El libro ya se encuentra en las Librerías 

Fray Mocho. Belgrano 2877 Tel. 0223-4951737 
Libros de la Arena. Güemes 2717 Tel. 0223-4930117.

martes, 1 de noviembre de 2011

La práctica de la conversación

Por Marcelo Izaguirre

A propósito de Conversaciones con Jorge Fukelman Psicoanálisis: juego e infancia de Paula M. de Gainza y Miguel Lares Lumen, 2011.

En general un libro se comienza a leer por el principio, aunque es sabido que Macedonio Fernández tenía sus simpatías por el lector salteado. El libro de las  Conversaciones con Jorge Fukelman, que llevaron adelante Paula M. de Gainza y Miguel J. Lares, debe comenzar a leerse por el final, su última página más precisamente, que ya no forma parte del libro sino que opera como un paratexto, donde los autores informan que el diálogo se había desarrollado entre enero y octubre del año 2010 y que, luego de su revisión, Jorge Fukelman había prestado su conformidad para que esas conversaciones fueran otra cosa que unas “gratas tardes charlando”. E informan, inmediatamente, que el interlocutor falleció al mes de su asentimiento para la edición. Acontecimiento que transformaría al libro en un documento particular. Nacido del deseo, deseo de un par de psicoanalistas de dejar por escrito las  palabras de un psicoanalista que se dedicó a formar a otros  psicoanalistas (varios), pero del que, curiosamente, aunque sin duda por una elección suya, no abundan escritos (salvo un par en la revistaConjetural y algunos pocos más por otras publicaciones, que en general, fueron recogidas de intervenciones orales suyas). Su predilección por la transmisión oral lo equipara con  Raúl Sciarreta,  pero a diferencia de él, Fukelman tenía una extensa práctica en el ámbito del psicoanálisis.
La falta de predilección por la escritura quizás se debía a algún acuerdo con aquel español que afirmaba, al responder a un viejo adagio latino, que si bien es cierto que a las palabras se las lleva el viento y lo escrito queda, se trata de ver adónde es que se lleva el viento las palabras y dónde es que lo escrito queda. Respondiendo a esa descripción, estos dos “discípulos” de Fukelman han querido darle el mejor destino a las palabras recogidas en el curso de una enseñanza. Con un objetivo plenamente cumplido, donde no se trata de una clase magistral del psicoanalista recogida por el grabador, sino del intercambio dialéctico en el cual se despliega un estilo coloquial en correspondencia con el título.
 Quien llegue distraído al encuentro de este libro puede caer en el equívoco de que se tratará de una lectura veloz. Para salir de él, rápidamente, encontrará que el trabajo de los interlocutores de Fukelman no hace las cosas tan sencillas. Los escolios, que tomaron forma al final de algunos capítulos, nos hacen saber que allí se condensan, en pocas páginas, multiplicidad de temas; que no sólo aluden a algunos conceptos lacanianos o freudianos siempre complejos, como la idea aquella de que el significante no es el sujeto, apenas lo representa y que en esa representación, justamente, desaparece; o, la función de pantalla del juego para proteger del vacío. También recogen en una apretada síntesis, que da cuenta de la complejidad, disertaciones públicas del psicoanalista entre los años 1991 y 2007, sin dejar de aludir a temas políticos y sociales que han tenido su incidencia en nuestro país.

 Uno de los capítulos, titulado psicoanálisis y transmisión, es una muestra del estilo: comienza con un comentario de uno de los autores, M. Lares, recorriendo diferentes momentos del psicoanálisis vinculado con los grupos, y diferentes instituciones (no hay que olvidar, acorde con lo afirmado por Freud en Psicología de las masas, que no hay yo sin el otro, por tanto, parafraseando, no hay psicoanálisis sin instituciones). El entrevistador alude a las condiciones de  formación, el análisis  personal, el corpus teórico y cierto estilo artesanal ligado a la transmisión, para cuya explicación recurre a un ejemplo que recuerda al que daba Octave Mannoni: la teoría física explica como es posible que se sostenga alguien en la bicicleta, pero no enseña a andar en bicicleta. Tampoco, como es sabido, enseñarle a alguien la teoría de los colores lo transforma en pintor. La respuesta de Fukelman se dirige en esa orientación, en tanto afirma que parte de la experiencia de advertir qué ha estado haciendo en su práctica. Lo que no implica, e insiste en ello, la enseñanza de un cuerpo teórico.
Otro capítulo, quizás uno de los más logrados desde la perspectiva de la transmisión, es el tercero. Con el estilo que evoca una clase amena, Fukelman afirma que la referencia a la lógica es para dar cuenta de la relación entre una proposición y la existencia de aquello a lo que la proposición se refiere. Y, deja claro, que el uso que de ella hacía Lacan era  para sacarse de la cabeza la idea de que los dichos en transferencia tengan como referencia el “papá” o la “mamá” en el análisis. Aunque el  análisis con niños está presente en este capítulo, y atraviesa todo el libro, si alguien supone que esas  afirmaciones  son realizadas por su práctica con niños no dejara de extraviarse. Pues ello significa que no debe caerse en esos lugares comunes de encontrar el referente, sino de practicar el análisis lógico de los dichos, lo que va a conducir a tomar en cuenta el goce. O sea que de la lógica se pasa al goce, y ello implica tener en cuenta el goce propio del cuerpo vivo.  Ponderar el tema en ese punto, implica la puesta en acto de la diferencia con la “conversación rortyana”. Para situar dicho goce, dirá Fukelman, Lacan parte de los parámetros de privación, frustración, castración. Y, en tal sentido, resulta interesante el modo en que confronta un tema de la “última enseñanza” de Lacan con los comienzos de la misma. Es lo que ocurre, también, cuando alude a las experiencias que están realizando en Estados Unidos en la cual ponen a manejar computadoras a niños autistas en las cuales los chicos utilizan la tercera persona. Lo que no han podido hacer, afirma, es tematizar  quién habla allí. Como es sabido,  era la pregunta que formulaba Lacan desde la presentación de su esquema lambda. Y antes también,  en su informe de Roma.
Otro tema de actualidad planteado en ese apartado es el de las marcas, para lo que remite a la novelaAmerican psycho, donde no sólo se trata de las marcas al estilo de no-logo de Klein sino a las marcas en el cuerpo, lo que no se debe dejar de lado –reitera-  cuando se habla del goce. Sobre el final del mismo insiste en sacar de la mente del lector la idea de los personajes. Para ello, en el análisis con niños, su práctica específica, recurre al ejemplo del juego ya que este ilustra el modo en que se ubica la niñez, y “los personajes de la realidad” serán un resultado de lo que se juega en esos encuentros. Para concluir de manera terminante: “Una vez que esos encuentros están instalados, no se trata de que el papá o la mamá condicionan el juego, sino más bien que el juego condiciona a los personajes”. No podría hacerse una mejor caracterización del poder constitutivo de un sujeto del análisis, que pueda ir más allá de la familia.
Entiendo que estas Conversaciones adquieren una importancia fundamental, desde ya, para los practicantes del psicoanálisis con niños, pero también, como se dijo,  para aquellos  interesados en la transmisión del psicoanálisis en general, y en particular,  en los detalles de la historia del lacanismo en la Argentina. Ya que la “discreción” de Fukelman, epíteto que usa Jorge Jinkis para hablar de su amigo, y su reticencia a escribir, lo mantuvo siempre en un segundo plano aunque su importancia no fue menor. Formado en los inicios junto al Dr. Rolla,  como  todos los psicoanalistas que entendían que la clínica no podía ser pensada sino en relación con la cultura, tuvo un encuentro a comienzos de los años sesenta con Enrique Pichon Rivière, que lo conduciría, como a tantos otros allegados a éste, al encuentro con Oscar Masotta y al estudio de la obra de Jacques Lacan. Eso lo ubicó, entre otras consecuencias, como el impulsor de la creación en el año 1972, de la primera institución “lacaniana” para atender niños psicóticos, “El lugar”, que luego sería la sede de la escuela fundada por Masotta. Más allá de los resultados, que sirvieron para poner de manifiesto cierta impotencia en los resultados, al decir de alguno de sus acompañantes en esa experiencia, no puede dejar de destacarse el gesto audaz del desafío que fue la misma. También fue el impulsor, a partir de la cátedra de Psicopatología de la Facultad de Psicología, de la invitación a Oscar Masotta a presentar dos clases que luego serían publicadas en los cuadernos Sigmund Freud. Había comenzado, en los años sesenta, el estudio de Lacan con el primer grupo que había iniciado las cosas; es decir, fue uno de los impulsores de los primeros estudios lacanianos en la Argentina. Se alude a la relevancia de esos actos en estas conversaciones, aunque sin demasiados detalles, seguramente por la discreción mencionada. Fukelman da datos de su formación e indica las razones por las cuales no acompañó, con su firma, la fundación de la Escuela fundada por Masotta en el año 1974. Refiere su papel en la institución para la atención de los niños, y su incorporación al estudio de aquel primer grupo (del cual perduraría su amistad con Jorge Jinkis y algunos otros), sin aludir a la cantidad de psicoanalistas deudores de su enseñanza.
Hay que dejar claro, de todas maneras, que la reticencia y discreción de Fukelman no implican debilidad alguna, como lo demuestran las afirmaciones finales de las conversaciones, donde deja una afirmación contundente, en línea con la crítica de Freud al furor sanandi de Sandor Ferenczi  o la crítica de Lacan a los “psicólogos del yo” en la Dirección de la Cura, que deviene en lo incurable. Afirmaciones a las que no faltaran quienes se  apresuren a salirle al cruce, desde cualquiera de las posiciones mencionadas o, desde el siempre infaltable buen sentido “samaritano”: “no se puede decir que el psicoanálisis sirve para aliviar el sufrimiento. Podrá servir, en todo caso, para situarse de otro modo, para que se sufra de otra manera, para que se tome nota de que allí, donde se sufre, sucede algo más…”. Los tres  puntos que dejan  como final del libro los autores es, seguramente, el intento de mostrar el estilo de enseñanza y transmisión de Fukelman, o sea, que cada lector o, para ser más precisos cada analizante, de cuenta de ese algo más que sucede con el sufrimiento a partir de su análisis.