Por Verónica Diez
A propósito del libro: Conversaciones con Jorge Fukerlman
Durante algunos años, Jorge Fukelman nos abrió generosamente las puertas de su consultorio. Allí íbamos a estudiar, supervisar, charlar o a experimentar algunos de esos silencios incómodos que él sabía bien escuchar y sostener.
Después de un tiempo de participar de esos encuentros, nos dimos cuenta de que había que soltar cualquier pretensión de atrapar aquello que allí se decía. Su transmisión no consistía en repetir un saber de biblioteca, no porque no lo poseyera, al contrario, contaba con una nutrida selección de libros, a la que se sumaba su propia elegancia intelectual. Pero no sólo se trataba de tener los libros sino de encontrar en ellos eso mismo que él encontraba, situación para nada evidente. Su transmisión no pasaba por ecos de un saber establecido sino por un modo original de leer.
Lectura de la teoría, de la clínica, de la época que daba cuenta de un pensamiento en nombre propio. Una lectura que abría puertas que de repente se cerraban. Como toda experiencia de lo fugaz, que deja la sensación paradojal del encuentro y la pérdida. El abría las puertas para ir a jugar a su consultorio, pero también para que nos la jugáramos en el nuestro.
Recuerdo que una vez nos encontramos casualmente en el intervalo de un concierto de Keith Jarret. Su comentario sobre la ejecución del artista fue que a él le gustaría poder improvisar en su consultorio de la misma forma que Jarret lo había hecho con su piano. Ciertamente, una delicadeza que no faltaba en ninguna de las intervenciones de Jorge: una combinatoria creativa y singular de elementos mínimos que resonaban en quien los escuchaba.
Creo que no exageramos al afirmar que él sabía servirse del lenguaje no para representar sino para transformar el mundo, al menos el mundo de aquellos niñitos y no tanto, que de un modo u otro, tuvimos la suerte de encontrarnos con él.
El libro que nos acercan Paula Gainza y Miguel Lares tiene esa generosa característisca, la de abrirnos la puerta a las conversaciones que mantuvieron con Jorge Fukelman en el último año de su vida. Por eso, mi enorme agradecimiento primero a Jorge, aunque él lamentablemente ya no esté para recibirlo, y luego a Miguel y a Paula por habernos dejado entrar a estas charlas que nos ofrecen la ocasión de hacer “como si” pudiésemos estar un rato más con él.
martes, 20 de septiembre de 2011
lunes, 19 de septiembre de 2011
Transmisión y enseñanza
Por Lidia Alazraqui
Disertación en la presentación del libro en la Biblioteca Nacional, el 17 de septiembre de 2011
Me referiré, como lectora del libro “Conversaciones con Jorge Fukelman” realizado por Paula M. de Gainza y Miguel Jorge Lares a este como un encuentro entre tres que produce un despliegue a partir de algunas líneas temáticas, que a su vez son un comienzo renovado para cada lector. Esto porque no encontramos en él axiomas ni cierres apresurados. En las preguntas, que a veces son condensadas exposiciones, se despliega un saber pertinente para cernir los conceptos necesarios para la interlocución, acerca de la teoría y la clínica. Lo que en el libro aparece formalmente como respuestas de Jorge Fukelman, son a su vez aperturas que dejan entrever el espacio complejo y singularizado de una práctica que cuenta con una teoría. Con un punto de partida: el propio análisis, cuyos efectos no cesan, retomados en todas las actividades inherentes a una formación, que tampoco parece cesar cuando ese analista es a su vez abordado como productor de transmisión del psicoanálisis.
Es de agradecer, cuando a menudo nos vemos sumergidos en textos que sostienen la función de la falta pero no la vemos circular sino como suprimida, ahogada en saberes.
Paula de Gainza nos propone considerar la “repetición dogmática de saberes como anuncio de la muerte del psicoanálisis” que entiendo como un reclamo de transmisión a través de un analista atravesado por su propio inconciente y por el concepto de inconciente.
Otra repuesta posible, desligarse del soporte teórico y extender el campo de lo inefable es un poderoso sostén para las políticas que gestan los manuales que coagulan los criterios de diagnóstico y estadística, los DSM actualizados. Ofreciendo, ante las vacilaciones propias de la hiancia entre saber y verdad donde el psicoanálisis circula y produce, las seguridades de un positivismo amparado en postulados científicos, alejados, sin embargo, de todo pensamiento científico.
ALGUNOS PUNTOS:
Transmisión: Enseñanza y transmisión
Enseñanza: se trata de conceptos enunciados, el cuerpo teórico puede ser enunciado. Lacan habla de la estructura del análisis que puede ser enteramente accesible a la comunidad científica, Freud así la constituyó.
En cuanto a la transmisión, hace falta un psicoanalista, hablar desde un análisis. Fukelman propone que los efectos que a veces aparecen en un análisis dependen en gran medida de lo que falta en una práctica, de lo que quizá no puede ser pensado, pero sí articulado. Lacan se refiere a esto y lo llama condición del análisis, dice que “el verdadero trabajo en él está escondido” por naturaleza. Fukelman vincula la presencia del analista con la mostración, pero el otro soporte, dado por el cuerpo teórico, tiene el poder de permitir un trabajo sobre una base estructural. No podría renunciarse a ninguno de ambos.
Cuando Fukelman nos recuerda la postura de Freud, en el “Malestar en la Cultura”, donde ubica al psicoanálisis y a la droga como salidas para el malestar, sin optar ni recomendar uno u otro, recuerda al Freud sumergido en los callejones de la reacción terapéutica negativa y aún así diciendo que el analista no debe ceder a su inclinación a conseguir el bien del paciente, sino que está ahí para hacer hablar algo en el sujeto. Terreno ético del psicoanálisis, que marca tanto sus obstáculos como sus atravesamientos.
El relativo al juego es un capítulo central del libro, que concierne a todos: niños, padres, analistas. Miguel Lares lo hace arrancar a través de plantear el síntoma en el niño. La respuesta pone de relieve y de entrada, el juego, el síntoma, ligado a lo reprimido de los padres en el cuerpo del niño, pero no solo eso sino una condición: que no pueda jugar con eso. Allí se hace referencia a Pascal Quignard, a la música en el campo de concentración que este menciona en su libro “El odio a la música”. En ese momento habla de escuchar ritmos y cadencias, todo aquello que no puede estar significado pero puede escucharse, aun con la dificultad que supone el concepto de lalangue lacaniana, en ese cruce que reúne el goce y lo imposible de decir.
El niño demanda jugar, y ese juego debe ser sancionado por alguien como tal.
En el capítulo sobre Historicidad y estructura las preguntas se orientan hacia el tema de la declinación del padre. Fukelman se inclina a considerar más bien la declinación de los aparatos simbólicos que permiten que un sujeto pueda dirigirse a alguien cuando una demanda se instala. Aquí nos encontramos con algo que tiene que ver con lo público y lo privado, que es abordado en el campo del psicoanálisis, fuera de conceptos sociológicos pero no fuera de tomar en cuenta la presión y los efectos de las instancias sociales. La ciencia y el capitalismo, en sí mismos sostienen sistemas delirantes, adaptados a la realidad de las cosas que suceden, o sea, aparentemente cuerdos.
Los tres interlocutores presentes en este libro parecen compartir el criterio de que, como psicoanalistas, no están exentos sino comprometidos a poner, como se pueda, el psicoanálisis como instrumento para atender los requerimientos que para un sujeto representa el estar expuestos al cruce entre la gran historia y la pequeña historia. En este sentido van las preguntas y las respuestas. Por eso desfilan allí tanto los fenómenos del nazismo como la última dictadura que soportó nuestro país. Esto tiene que ver también con la declinación de los aparatos simbólicos, que trae aparejado el surgimiento creciente de ofertas para que esta falla sea rellenada con la desaparición del síntoma por vías medicamentosas y/o la de proporcionar toda clase de objetos que se espera sirvan para el mismo fin, con el despliegue tecnológico correspondiente.
Termino con una referencia al sentido común, que se nos reclama con frecuencia. No cito a un psicoanalista sino a un escritor, John Berger: en su libro “Un hombre Afortunado”, presenta a un médico de pueblo en su relación con la gente del lugar. Estos dependen del sentido común, este médico no.
“Se suele creer que el sentido común es práctico, pero solo a corto plazo. A largo plazo es pasivo, porque está basado en la visión periclitada de lo posible. Cuando sus proposiciones devienen tradicionales adquieren la misteriosa autoridad de los oráculos, de ahí el fuerte elemento de superstición presente en el sentido común práctico”.
“El sentido común es la ideología doméstica de aquellos a quienes se ha mantenido en la ignorancia, fuera de enseñanzas fundamentales. El sentido común no aprende, pues en cuanto se corrige la carencia de estas enseñanzas su función termina por desaparecer”.
La idea que me ha transmitido este libro de Paula de Gainza y Miguel Leres, con la humildad de poner de relieve una voz que ellos autorizan al reconocerla y transmitirla, es la de la relativa libertad que tiene un lector para continuar el texto, si así lo desea, y como psicoanalista, me ha alegrado encontrar a otros que siguen en la brecha.
Disertación en la presentación del libro en la Biblioteca Nacional, el 17 de septiembre de 2011
Me referiré, como lectora del libro “Conversaciones con Jorge Fukelman” realizado por Paula M. de Gainza y Miguel Jorge Lares a este como un encuentro entre tres que produce un despliegue a partir de algunas líneas temáticas, que a su vez son un comienzo renovado para cada lector. Esto porque no encontramos en él axiomas ni cierres apresurados. En las preguntas, que a veces son condensadas exposiciones, se despliega un saber pertinente para cernir los conceptos necesarios para la interlocución, acerca de la teoría y la clínica. Lo que en el libro aparece formalmente como respuestas de Jorge Fukelman, son a su vez aperturas que dejan entrever el espacio complejo y singularizado de una práctica que cuenta con una teoría. Con un punto de partida: el propio análisis, cuyos efectos no cesan, retomados en todas las actividades inherentes a una formación, que tampoco parece cesar cuando ese analista es a su vez abordado como productor de transmisión del psicoanálisis.
Es de agradecer, cuando a menudo nos vemos sumergidos en textos que sostienen la función de la falta pero no la vemos circular sino como suprimida, ahogada en saberes.
Paula de Gainza nos propone considerar la “repetición dogmática de saberes como anuncio de la muerte del psicoanálisis” que entiendo como un reclamo de transmisión a través de un analista atravesado por su propio inconciente y por el concepto de inconciente.
Otra repuesta posible, desligarse del soporte teórico y extender el campo de lo inefable es un poderoso sostén para las políticas que gestan los manuales que coagulan los criterios de diagnóstico y estadística, los DSM actualizados. Ofreciendo, ante las vacilaciones propias de la hiancia entre saber y verdad donde el psicoanálisis circula y produce, las seguridades de un positivismo amparado en postulados científicos, alejados, sin embargo, de todo pensamiento científico.
ALGUNOS PUNTOS:
Transmisión: Enseñanza y transmisión
Enseñanza: se trata de conceptos enunciados, el cuerpo teórico puede ser enunciado. Lacan habla de la estructura del análisis que puede ser enteramente accesible a la comunidad científica, Freud así la constituyó.
En cuanto a la transmisión, hace falta un psicoanalista, hablar desde un análisis. Fukelman propone que los efectos que a veces aparecen en un análisis dependen en gran medida de lo que falta en una práctica, de lo que quizá no puede ser pensado, pero sí articulado. Lacan se refiere a esto y lo llama condición del análisis, dice que “el verdadero trabajo en él está escondido” por naturaleza. Fukelman vincula la presencia del analista con la mostración, pero el otro soporte, dado por el cuerpo teórico, tiene el poder de permitir un trabajo sobre una base estructural. No podría renunciarse a ninguno de ambos.
Cuando Fukelman nos recuerda la postura de Freud, en el “Malestar en la Cultura”, donde ubica al psicoanálisis y a la droga como salidas para el malestar, sin optar ni recomendar uno u otro, recuerda al Freud sumergido en los callejones de la reacción terapéutica negativa y aún así diciendo que el analista no debe ceder a su inclinación a conseguir el bien del paciente, sino que está ahí para hacer hablar algo en el sujeto. Terreno ético del psicoanálisis, que marca tanto sus obstáculos como sus atravesamientos.
El relativo al juego es un capítulo central del libro, que concierne a todos: niños, padres, analistas. Miguel Lares lo hace arrancar a través de plantear el síntoma en el niño. La respuesta pone de relieve y de entrada, el juego, el síntoma, ligado a lo reprimido de los padres en el cuerpo del niño, pero no solo eso sino una condición: que no pueda jugar con eso. Allí se hace referencia a Pascal Quignard, a la música en el campo de concentración que este menciona en su libro “El odio a la música”. En ese momento habla de escuchar ritmos y cadencias, todo aquello que no puede estar significado pero puede escucharse, aun con la dificultad que supone el concepto de lalangue lacaniana, en ese cruce que reúne el goce y lo imposible de decir.
El niño demanda jugar, y ese juego debe ser sancionado por alguien como tal.
En el capítulo sobre Historicidad y estructura las preguntas se orientan hacia el tema de la declinación del padre. Fukelman se inclina a considerar más bien la declinación de los aparatos simbólicos que permiten que un sujeto pueda dirigirse a alguien cuando una demanda se instala. Aquí nos encontramos con algo que tiene que ver con lo público y lo privado, que es abordado en el campo del psicoanálisis, fuera de conceptos sociológicos pero no fuera de tomar en cuenta la presión y los efectos de las instancias sociales. La ciencia y el capitalismo, en sí mismos sostienen sistemas delirantes, adaptados a la realidad de las cosas que suceden, o sea, aparentemente cuerdos.
Los tres interlocutores presentes en este libro parecen compartir el criterio de que, como psicoanalistas, no están exentos sino comprometidos a poner, como se pueda, el psicoanálisis como instrumento para atender los requerimientos que para un sujeto representa el estar expuestos al cruce entre la gran historia y la pequeña historia. En este sentido van las preguntas y las respuestas. Por eso desfilan allí tanto los fenómenos del nazismo como la última dictadura que soportó nuestro país. Esto tiene que ver también con la declinación de los aparatos simbólicos, que trae aparejado el surgimiento creciente de ofertas para que esta falla sea rellenada con la desaparición del síntoma por vías medicamentosas y/o la de proporcionar toda clase de objetos que se espera sirvan para el mismo fin, con el despliegue tecnológico correspondiente.
Termino con una referencia al sentido común, que se nos reclama con frecuencia. No cito a un psicoanalista sino a un escritor, John Berger: en su libro “Un hombre Afortunado”, presenta a un médico de pueblo en su relación con la gente del lugar. Estos dependen del sentido común, este médico no.
“Se suele creer que el sentido común es práctico, pero solo a corto plazo. A largo plazo es pasivo, porque está basado en la visión periclitada de lo posible. Cuando sus proposiciones devienen tradicionales adquieren la misteriosa autoridad de los oráculos, de ahí el fuerte elemento de superstición presente en el sentido común práctico”.
“El sentido común es la ideología doméstica de aquellos a quienes se ha mantenido en la ignorancia, fuera de enseñanzas fundamentales. El sentido común no aprende, pues en cuanto se corrige la carencia de estas enseñanzas su función termina por desaparecer”.
La idea que me ha transmitido este libro de Paula de Gainza y Miguel Leres, con la humildad de poner de relieve una voz que ellos autorizan al reconocerla y transmitirla, es la de la relativa libertad que tiene un lector para continuar el texto, si así lo desea, y como psicoanalista, me ha alegrado encontrar a otros que siguen en la brecha.
Entusiasmos
Por Marina Di Carlo
Disertación en la presentación del libro en la Biblioteca Nacional el 17 de septiembre de 2011
Voy a leerles una cita que menciona Jorge en el libro “Conversaciones”:
“Los antiguos decían que había una manera de hablar que era como si se estuviera viendo algo y haciéndolo ver a quienes estaban escuchando. Esta manera de hablar era estrictamente el entusiasmo.”
Hace un tiempo le comenté a Jorge que estaba leyendo con un grupo de colegas una charla que en alguna oportunidad él había dado en el Hospital Español.
Le comento entonces, como para tenerlo al tanto, sobre el punteo que estaba haciendo de esa lectura.
Después de escucharme atentamente, se quedó un momento en silencio y luego dijo: “Creo que hay ahí un entusiasmo que no recuerdo que haya estado en lo que yo dije”.
Este era el efecto que Jorge producía a quienes estudiamos con él, un entusiasmo con el psicoanálisis, con su estudio y lectura.
A tal punto que dos psicoanalistas, Paula de Gainza y Miguel Lares, se proponen y le proponen hablar de psicoanálisis.
En estas conversaciones uno puede encontrar dos entusiasmos.
El primero es el que Jorge genera a través de sus articulaciones.
Estas articulaciones son su marca: el juego y la infancia, el retorno de lo reprimido de los padres, el síntoma y el acting-out, el juego y el lenguaje, el fenómeno histórico, la tercera generación y la lengua, dictadura, Malvinas, Latinoamérica, transnacionales, globalización, medicación.
También aquí están los autores con los que él pensaba. Aquellos que uno mismo luego se sentía impulsado a leer. Además de Freud y Lacan: Perec, Agamben, Aries, Quignard.
El otro entusiasmo del que quería hablarles, lo resumiría en el modo clásico con el que Jorge formulaba la entrada al juego “Dale que yo era…”.
Y aquí retomo las palabras del principio:
“Los antiguos decían que había una manera de hablar que era como si se estuviera viendo algo y haciéndolo ver a quienes estaban escuchando. Esta manera de hablar era estrictamente el entusiasmo.”
Y allí están sus intervenciones, esas veces en que es o hace de analista, no siempre…
Entonces le dije:” Yo tengo un libro, “El castigo en la ciudad” que describe los castigos a personas que no se portaban bien, al estilo de la edad media…”
“Y el monstruo ¿Va a entrar por la ventana o por la puerta?” Y el pibe contesta:” Va a entrar por la puerta.”
O ante las palabras de un padre:” mi hijo grita”. Jorge interviene: “¿grita o les grita?”
En todo momento esta lectura tiene el tono de una conversación y esto me recuerda a Deleuze.
Deleuze daba unas clases sobre Spinoza. En un momento en el que uno de sus oyentes hace un comentario sobre el filósofo holandés, él le dice a su auditorio que no parece que Spinoza les hable al oído.
Y agrega que a él Platón no le habla al oído pero sí lo hace Spinoza y agrega que es muy importante encontrar los filósofos que nos hablen al oído.
Bueno, creo que la lectura de “Conversaciones con Jorge Fukelman. Psicoanálisis: Juego e Infancia” nos da la oportunidad de sentir que nos hablan al oído.
Disertación en la presentación del libro en la Biblioteca Nacional el 17 de septiembre de 2011
Voy a leerles una cita que menciona Jorge en el libro “Conversaciones”:
“Los antiguos decían que había una manera de hablar que era como si se estuviera viendo algo y haciéndolo ver a quienes estaban escuchando. Esta manera de hablar era estrictamente el entusiasmo.”
Hace un tiempo le comenté a Jorge que estaba leyendo con un grupo de colegas una charla que en alguna oportunidad él había dado en el Hospital Español.
Le comento entonces, como para tenerlo al tanto, sobre el punteo que estaba haciendo de esa lectura.
Después de escucharme atentamente, se quedó un momento en silencio y luego dijo: “Creo que hay ahí un entusiasmo que no recuerdo que haya estado en lo que yo dije”.
Este era el efecto que Jorge producía a quienes estudiamos con él, un entusiasmo con el psicoanálisis, con su estudio y lectura.
A tal punto que dos psicoanalistas, Paula de Gainza y Miguel Lares, se proponen y le proponen hablar de psicoanálisis.
En estas conversaciones uno puede encontrar dos entusiasmos.
El primero es el que Jorge genera a través de sus articulaciones.
Estas articulaciones son su marca: el juego y la infancia, el retorno de lo reprimido de los padres, el síntoma y el acting-out, el juego y el lenguaje, el fenómeno histórico, la tercera generación y la lengua, dictadura, Malvinas, Latinoamérica, transnacionales, globalización, medicación.
También aquí están los autores con los que él pensaba. Aquellos que uno mismo luego se sentía impulsado a leer. Además de Freud y Lacan: Perec, Agamben, Aries, Quignard.
El otro entusiasmo del que quería hablarles, lo resumiría en el modo clásico con el que Jorge formulaba la entrada al juego “Dale que yo era…”.
Y aquí retomo las palabras del principio:
“Los antiguos decían que había una manera de hablar que era como si se estuviera viendo algo y haciéndolo ver a quienes estaban escuchando. Esta manera de hablar era estrictamente el entusiasmo.”
Y allí están sus intervenciones, esas veces en que es o hace de analista, no siempre…
Entonces le dije:” Yo tengo un libro, “El castigo en la ciudad” que describe los castigos a personas que no se portaban bien, al estilo de la edad media…”
“Y el monstruo ¿Va a entrar por la ventana o por la puerta?” Y el pibe contesta:” Va a entrar por la puerta.”
O ante las palabras de un padre:” mi hijo grita”. Jorge interviene: “¿grita o les grita?”
En todo momento esta lectura tiene el tono de una conversación y esto me recuerda a Deleuze.
Deleuze daba unas clases sobre Spinoza. En un momento en el que uno de sus oyentes hace un comentario sobre el filósofo holandés, él le dice a su auditorio que no parece que Spinoza les hable al oído.
Y agrega que a él Platón no le habla al oído pero sí lo hace Spinoza y agrega que es muy importante encontrar los filósofos que nos hablen al oído.
Bueno, creo que la lectura de “Conversaciones con Jorge Fukelman. Psicoanálisis: Juego e Infancia” nos da la oportunidad de sentir que nos hablan al oído.
sábado, 17 de septiembre de 2011
Una propuesta tentadora
Por Paula de Gainza
Buenas tardes, vamos a dar comienzo a la presentación del libro ”Conversaciones con Jorge Fukelman.Psicoanálisis: juego e infancia”, dándoles la bienvenida y agradeciendo presencia de todos ustedes.
Miguel Lares y quien les habla, Paula de Gainza, agradecemos a las autoridades de la Biblioteca Nacional por brindarnos este distinguido espacio.
La publicación de este libro ha sido posible gracias al Grupo Editorial Lumen. Nuestro agradecimiento a los directivos de Lumen; fundamentalmente a Ana María Makar, nuestra interlocutora en la editorial, por la cálida y seria recepción del proyecto.
Agradecemos a Violeta de Gainza y a Susana Kesselman, el haber aceptado y dado lugar a este libro dentro de la colección que dirigen, la colección “Cuerpo, arte, salud”. Un especial agradecimiento a Violeta, por sus generosos aportes y sugerencias.
Sobre el final del trabajo de escritura, tuvimos la oportunidad de conocer a Jorge Bouzas, quien se encargó en la Editorial, del trabajo de armado y corrección del texto, a quien queremos expresar nuestra gratitud por su disposición y colaboración en el intenso contrapunto previo al proceso de impresión del libro.
Un especial, cálido y afectuoso agradecimiento a Elena Roberto, a quien tuvimos el enorme gusto de conocer y de quien nos llegaban -a través de Jorge- sus comentarios entusiastas sobre el trabajo, mientras lo estábamos realizando.
Desde el inicio, este acontecimiento había sido imaginado de otro modo. Hoy celebramos haber conocido y contactado con la calidad personal de Jorge Fukelman, haber transitado con él muchos años de estudio y reflexión y haber tenido el privilegio de concretar este trabajo que plasma algo del legado de quien consideramos un extraordinario maestro. Sin duda, las elaboraciones de Fukelman han marcado la práctica analítica con niños en nuestro medio, de un modo contundente.
Para referirnos a la obra que hoy nos convoca contamos con la presencia de dos invitadas dedicadas al psicoanálisis: Marina di Carlo y Lidia Alazraqui.
La licenciada Marina de Carlo forma parte del grupo de colegas que desde hace muchos años estaba estrechamente ligado a la reflexión de Jorge Fukelman. Además, sabemos sobre el amistoso y periódico diálogo que durante mucho tiempo, Marina ha mantenido con Jorge alrededor del campo de la literatura.
La convocatoria a la Dra.Lidia Alazraqui respondió a la expectativa de una lectura crítica por parte de una analista de destacada trayectoria .Lidia no ha estado directamente vinculada a la transmisión de Jorge Fukelman, ella ha desarrollado durante 20 años su labor analítica en Madrid, donde dirigió la institución CEPIP. Actualmente, en Argentina, forma parte del comité de redacción de la publicación titulada “Psicoanalítica”, por nombrar algunas de sus actividades vinculadas al psicoanálisis. En lo personal, una inmensa gratitud por contar hoy con su participación.
Podemos fechar el nacimiento de este libro hacia fines del año 2009, a partir de una ocurrencia que tomó forma tras el asentimiento de Jorge:”…la propuesta resulta tentadora”, nos dijo cuando fuimos a contarle nuestra idea. Tal como lo referimos en el prólogo, expresó: “Podemos conversar, y si lo que conversamos resulta interesante, consideraremos la publicación; si no, habremos pasado unas gratas tardes charlando.”
Nuestro propósito tenía que ver con registrar y establecer por escrito lo que era su forma de pensar y trasmitir el psicoanálisis: habitualmente comunicaciones orales en las que Jorge ponía en acto sus reflexiones. El doctor Fukelman jamás daba clases magistrales. Lo que él planteaba tenía el rasgo de estar siempre en construcción. Había que seguirlo en una serie de asociaciones que nada tenían que ver con un saber acabado y terminado. Por otra parte, con su singular disposición a escuchar, habilitaba y tomaba cada pregunta con un enorme respeto.
Y así fue, que el marco de un clima cordial, distendido pero profundamente serio –propio de su estilo-transcurrieron los encuentros en su consultorio. Fueron una decena de reuniones entre enero y octubre del año pasado. Miguel y yo propusimos los temas centrales y luego nos dejamos llevar por lo que fue surgiendo en el discurrir de las charlas. Con entusiasmo fuimos atravesando esta experiencia de las conversaciones, una experiencia transitada sin promesas respecto de los resultados.
El libro incluye y respeta la totalidad del contenido de las charlas en su exacto orden de desarrollo. Hemos hecho una fuerte corrección de estilo en la que el mayor empeño fue reflejar en la escritura el modo de transmisión de Fukelman.
Encontrarán en el pie de las páginas, las referencias que hemos considerado adecuadas para aportar caminos de búsqueda sobre algunos conceptos psicoanalíticos, referencias que además dan cuenta de los fundamentos de un lector incansable.
Con la anuencia de Jorge, al final de varios capítulos agregamos una serie de comentarios, en forma de escolios, que anudan ciertos temas tratados en el apartado. Para la confección de los escolios realizamos una búsqueda en todas las disertaciones públicas que tuvimos a nuestro alcance desarrolladas entre los años 1991 y 2007 y representan, así como la obra toda, un intento de acercar la transmisión del Dr. Fukelman a la escritura.
Para finalizar quiero comentar algo respecto de la tapa del libro. El día 20 de octubre de año pasado realizamos el último encuentro, y entonces, decidimos tomar algunas fotos. Cuando estábamos ubicando la cámara, para sacar una automática, Jorge dijo:”esperen, quiero que en la foto salga este cuadro que a mí me gusta mucho”. Era “El bibliotecario” de Arcimboldo, que-en honor a esta anécdota-fue elegido por nosotros para ilustrar la tapa del libro.
Injustamente relegados
Por Miguel Lares
Disertación en la presentación de "Conversaciones con Jorge Fukelman. Psicoanálisis:Juego e Infancia" en la Biblioteca Nacional el 17 de septiembre de 2011
Hace unos años se publicó una obra dedicada a la historia de los psicoanalistas de niños. Jorge Fukelman escribió unas pocas pero cálidas palabras sobre esa publicación. Refiriéndose a dos personas que la autora rescataba en esa historia, Fukelman usó la expresión “injustamente relegadas”.
En uno de los últimos capítulos del libro Jorge comenta respecto de su recorrido como psicoanalista. En los primeros años de los ’70 él y Elena Roberto eran docentes en la carrera de Psicología de la Universidad de Buenos Aires.
El Dr. Fukelman estuvo al frente de la cátedra de Psicopatología de esa carrera y fue desde allí que tuvo la iniciativa y la decisión de invitar a un personaje íntimamente asociado a la introducción de la enseñanza de Jacques Lacan en Argentina. Ese personaje era Oscar Masotta.
Sobre esto Jorge nos comunicó algo que siempre le había llamado la atención: Las clases que Masotta dio en la UBA, en su cátedra, se reprodujeron a lo largo del tiempo a través de distintas publicaciones psicoanalíticas, omitiendo sistemáticamente la mención del responsable de esa invitación así como del lugar donde se habían llevado a cabo las disertaciones.
Con gran satisfacción hemos comprobado que nuestro amigo Marcelo Izaguirre subsanó esas omisiones, y eso lo llevó cabo tanto en su obra “Jacques Lacan, el anclaje de su enseñanza en la Argentina” (de esto alcanzamos a ponerlo al tanto a Jorge a fines del 2009) y luego, de manera definitiva, en el prólogo que recientemente escribiera para la reedición de “Ensayos Lacanianos” de Oscar Masotta.
De ese prólogo de Marcelo, extraigo esta cita: “Becario de la Universidad de Buenos Aires en los años sesenta y expulsado por el gobierno de facto de 1966, Masotta retornará a ella en 1972. Masotta dicta dos clases en la cátedra de Psicopatología de la uba, aquí publicadas bajo el título “Edipo, castración, perversión” (p. xxx). Jorge Fukelman, responsable de la invitación, afirmó que aquella clase contó con una cantidad inusual de alumnos y oyentes, y fue el único cambio que en esa época –fines de 1972 y principios de 1973– no se promovió en las aulas de Psicología invocando a Marx o Mao sino a Freud y Lacan.”
Como ya ha dejado entrever Paula en su comentario respecto a la labor en los grupos de estudio: no era sencillo compartir horas de reflexión con Fukelman.
Algunos de los colegas que están hoy presentes pueden dar testimonio de eso. En un estilo que estaba siempre en una relación de exclusión con lo académico, era palpable el malestar inherente a nuestra práctica. Jorge no le gambeteaba a la dificultad, esto también era así para los que formábamos parte de ese proceso de transmisión con él.
Los efectos de ese estilo eran palpables: gente que se iba raudamente porque les resultaba insoportable, como nos consta que ocurrió con muchos de los que pasaron por los grupos, o bien para quienes se quedaban, la estimulación del deseo de arreglárselas con las propias dificultades y el renovado interés que resultaba de eso.
Eso lo pueden atestiguar varias generaciones de analistas que con esa impronta han realizado y realizan importantes contribuciones en el campo del psicoanálisis aplicado a la infancia.
El Dr. Fukelman se dedicaba al psicoanálisis. “Dedicado al psicoanálisis” es la expresión que él mismo solía elegir para ser presentado y esta dedicación al psicoanálisis resultaba, según sus propias palabras, de la encrucijada entre el análisis personal, la práctica clínica y sus lecturas.
A mí me gusta pensar que este libro tiene mucho que ver con la música. Violeta Gainza, personaje clave en este proyecto, viene de la música, de una vida dedicada a la música y de un recorrido prominente en ese campo.
Y por extraño que pueda sonar fue en términos musicales que le planteamos a Jorge esta invitación.
Le dijimos: vamos a encargarnos de inscribir cada conversación imaginando que es el registro de música en una primera toma. Toma 1 que contiene una intención que ya no se repite en la sucesivas tomas. Pero como primera toma amerita luego un ordenamiento, plantea ciertas posibilidades, impone algunas obligaciones.
Casi como si le hubiéramos dicho: “Jorge: vas a grabar un disco y nosotros nos vamos a encargar de escribirlo.”
Los lectores especializados, sobre todo los que han estado bajo la égida de la transmisión de Jorge, sabrán juzgar el espíritu de esa labor de escritura que con Paula hemos llevado a cabo.
Y justamente, quizás en una evidencia de cómo el maestro escuchaba, en el primer capítulo de “Conversaciones”, la primera intervención de Jorge es una referencia sobre la cantante María Bethania y un particular enlace entre la música y el perfume.
Disertación en la presentación de "Conversaciones con Jorge Fukelman. Psicoanálisis:Juego e Infancia" en la Biblioteca Nacional el 17 de septiembre de 2011
Hace unos años se publicó una obra dedicada a la historia de los psicoanalistas de niños. Jorge Fukelman escribió unas pocas pero cálidas palabras sobre esa publicación. Refiriéndose a dos personas que la autora rescataba en esa historia, Fukelman usó la expresión “injustamente relegadas”.
En uno de los últimos capítulos del libro Jorge comenta respecto de su recorrido como psicoanalista. En los primeros años de los ’70 él y Elena Roberto eran docentes en la carrera de Psicología de la Universidad de Buenos Aires.
El Dr. Fukelman estuvo al frente de la cátedra de Psicopatología de esa carrera y fue desde allí que tuvo la iniciativa y la decisión de invitar a un personaje íntimamente asociado a la introducción de la enseñanza de Jacques Lacan en Argentina. Ese personaje era Oscar Masotta.
Sobre esto Jorge nos comunicó algo que siempre le había llamado la atención: Las clases que Masotta dio en la UBA, en su cátedra, se reprodujeron a lo largo del tiempo a través de distintas publicaciones psicoanalíticas, omitiendo sistemáticamente la mención del responsable de esa invitación así como del lugar donde se habían llevado a cabo las disertaciones.
Con gran satisfacción hemos comprobado que nuestro amigo Marcelo Izaguirre subsanó esas omisiones, y eso lo llevó cabo tanto en su obra “Jacques Lacan, el anclaje de su enseñanza en la Argentina” (de esto alcanzamos a ponerlo al tanto a Jorge a fines del 2009) y luego, de manera definitiva, en el prólogo que recientemente escribiera para la reedición de “Ensayos Lacanianos” de Oscar Masotta.
De ese prólogo de Marcelo, extraigo esta cita: “Becario de la Universidad de Buenos Aires en los años sesenta y expulsado por el gobierno de facto de 1966, Masotta retornará a ella en 1972. Masotta dicta dos clases en la cátedra de Psicopatología de la uba, aquí publicadas bajo el título “Edipo, castración, perversión” (p. xxx). Jorge Fukelman, responsable de la invitación, afirmó que aquella clase contó con una cantidad inusual de alumnos y oyentes, y fue el único cambio que en esa época –fines de 1972 y principios de 1973– no se promovió en las aulas de Psicología invocando a Marx o Mao sino a Freud y Lacan.”
Como ya ha dejado entrever Paula en su comentario respecto a la labor en los grupos de estudio: no era sencillo compartir horas de reflexión con Fukelman.
Algunos de los colegas que están hoy presentes pueden dar testimonio de eso. En un estilo que estaba siempre en una relación de exclusión con lo académico, era palpable el malestar inherente a nuestra práctica. Jorge no le gambeteaba a la dificultad, esto también era así para los que formábamos parte de ese proceso de transmisión con él.
Los efectos de ese estilo eran palpables: gente que se iba raudamente porque les resultaba insoportable, como nos consta que ocurrió con muchos de los que pasaron por los grupos, o bien para quienes se quedaban, la estimulación del deseo de arreglárselas con las propias dificultades y el renovado interés que resultaba de eso.
Eso lo pueden atestiguar varias generaciones de analistas que con esa impronta han realizado y realizan importantes contribuciones en el campo del psicoanálisis aplicado a la infancia.
El Dr. Fukelman se dedicaba al psicoanálisis. “Dedicado al psicoanálisis” es la expresión que él mismo solía elegir para ser presentado y esta dedicación al psicoanálisis resultaba, según sus propias palabras, de la encrucijada entre el análisis personal, la práctica clínica y sus lecturas.
A mí me gusta pensar que este libro tiene mucho que ver con la música. Violeta Gainza, personaje clave en este proyecto, viene de la música, de una vida dedicada a la música y de un recorrido prominente en ese campo.
Y por extraño que pueda sonar fue en términos musicales que le planteamos a Jorge esta invitación.
Le dijimos: vamos a encargarnos de inscribir cada conversación imaginando que es el registro de música en una primera toma. Toma 1 que contiene una intención que ya no se repite en la sucesivas tomas. Pero como primera toma amerita luego un ordenamiento, plantea ciertas posibilidades, impone algunas obligaciones.
Casi como si le hubiéramos dicho: “Jorge: vas a grabar un disco y nosotros nos vamos a encargar de escribirlo.”
Los lectores especializados, sobre todo los que han estado bajo la égida de la transmisión de Jorge, sabrán juzgar el espíritu de esa labor de escritura que con Paula hemos llevado a cabo.
Y justamente, quizás en una evidencia de cómo el maestro escuchaba, en el primer capítulo de “Conversaciones”, la primera intervención de Jorge es una referencia sobre la cantante María Bethania y un particular enlace entre la música y el perfume.
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