Presentación de Marina di Carlo
Voy a comenzar presentando el libro la
manera más clásica, para decir que se llama “Juego de infancia”, que tiene un
prefacio y 13 capítulos. Me gustaría destacar en esta descripción cuatro
capítulos, tres de ellos en forma conjunta entre Miguel Lares y Paula de Gainza.
En ellos se pone de manifiesto lo que implica el encuentro de un analista con
niños. En los casos expuestos, una niña y dos niños, se plantea algo de lo que ocurre
cuando se produce ese encuentro.
Hay un cuarto capítulo dedicado a Elena
Roberto de Fukelman en el que Miguel hace dialogar, de una manera muy creativa
y llevadera, al pensamiento de Pascal Quignard
con el de Jorge Fukelman. En esto me parece que Miguel, por un lado, muestra una
marca. Algo a lo que tanto Elena como Marcelo han hecho referencia, porque es
inevitable. Muestra la marca que le ha dejado estudiar con Jorge, haberlo
escuchado. Y por otra parte toma un vuelo propio y lo hace bajo la forma de un
diálogo.
Realmente uno tiene la impresión que Quignard
y Fukelman están dialogando.
Los otros capítulos (que son 9) junto
con el prefacio y los cuatro que nombre separadamente plantean algo que
quisiera decir con mis palabras. Tal como lo hacen Paula y Miguel y tal como
está ubicado en el libro, la infancia de la que se trata no es la referente a
una etapa evolutiva en el desarrollo del ser humano. Y esto en el punto en el que
no hay “evolución” ni hay “ser humano”. Más bien la infancia que se plantea en
el libro es la que se ubica en una articulación.
Miguel pone mucho el acento en lo que va
a llamar presencia-ausencia, tomando luego otros pares, aunque “pares” no es
una buena palabra porque justamente yo quería poner el énfasis en la
articulación. Elena en su comentario tomó fuertemente cuerpo y lenguaje, Marcelo
aludió a varios: juego y poesía, poesía y niños, sexualidad y muerte. Hay otra
articulación que quiero nombrar porque
también lleva la marca de Miguel y es la relativa a danza y música que la
presenta como una negación, pero lo dejo para que lo lean ustedes. También el
“laleo” universal y el de una lengua. Así
es que este tema de la infancia ubicada en una articulación es algo que va
acompañando la lectura. Entonces ustedes van a pasar por la topología, por el
relato del viajero, por recuerdos infantiles, por la clínica. Siempre pensando
en esta ubicación como no ligada a ninguna sustancia e incluso, en el caso de
los casos clínicos, como un trabajo de resistir a cualquier sustancia.
Para terminar yo tenía ganas de leerles algo
directamente del libro. Estuve pensando con qué excusa iba a leer. Entonces lo pensé
como si se tratara del avance de una película. Vieron que en los avances pasan
letras, algunas frases, imágenes, ciertos extractos breves. Porque además creo
que resume de alguna manera, además del modo de relatar, que es atrapante, algo que acompaña el prefacio y todos los
capítulos y que es la relación del psicoanálisis con el tiempo actual. Plantear
siempre al psicoanálisis con relación al pasado, a la época victoriana o a mayo
del 68 limita un poco el campo. Y me parece que tanto Miguel como Paula en lo
que respecta a la medicalización, a la judicialización, a la ubicación de los
padres con respecto a la niños, lo ubican en un corte con respecto a la época,
cuestión que es inevitable.
Por eso es que para el avance elegí este
extracto:
“La escritora francesa Sidonie Gabrielle Colette había
recibido en 1909 la visita del señor Rouché, que ocupaba un alto cargo de la
Opéra de París, quien le solicita que escriba el texto para una ópera breve de
ambiente mágico (el término empleado por Rouché fue féerie-ballet).
Colette escribe L’enfant
et les sortilèges (El niño y los sortilegios); y es el mismo Rouché
quien le sugiere enviar el texto al compositor Maurice Ravel, quien acepta componer la música para la ópera breve.
L’enfant et les sortilèges cuenta sobre un niñito que se encuentra frente a los deberes en el
comedor de su hogar: se rasca la cabeza, muerde la punta del lápiz y se queja
en voz baja.
Hago aquí un corte en la imagen para
pasar a otra:
“El niño del relato, librado a sus impulsos,
desobedece las prescripciones maternas y emprende una batahola, seguida de
destrucción de objetos y maltrato de animales.
La escena de furioso desborde, finalizada al grito
de: “¡Soy libre! ¡Libre, malo y libre!”, desencadena, de manera misteriosa, que
las cosas afectadas cobren animación en busca de vengar los atropellos del
pequeño dañino.”
Y finalmente este otro
corte:
“Resulta difícil desvincular la creación de un
texto como el de L’enfant et les sortilèges del feroz advenimiento del
industrialismo.”
Marina di Carlo
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